12 de agosto de 2015

ARTE POVERA







Casi todas las pinturas, que actualmente están expuestas en Trayecto Narziso están dominadas por la tendencia, insolencia, presencia del reciclaje, en mi caso. Desde paneles de madera de armarios antiguos encontrados en la calle o derrumbaderos, de espejos viejos, ropa usada como superficie, extendida en maderas recicladas, en las que pinto. De manera que integro lo llamado arte povera con otros estilos, formas, modos. No he llegado a lo que llaman los listos instalación, pues el personal a que iba dedicada la exposición se me hubiera alterado de forma no conveniente; pero en eso estamos para próximas entregas. 

Narziso mirándose en el fondo cristalino de una botella de cerveza de litro o de un botijo o cantando sus penas  a la boca de un cántaro de barro al uso de Extremnadura, o sobre la superficie de plástico trasparente que le ampara cuando llueve, y en la puñetera calle, tirado en la acera, pidiendo limosnas de amores a sí y a otros.

Visto de esta forma el arte no tiene límites, incluso la caca, mierda, detritus, sopa desechable de esta sociedad se puede convertir en verdad, bondad y -sobre todo- en hermosura. Y esto me recuerda las horas que me pasaba ante un plato de sopa o comida, jugueteando con la cuchara y los brillos del aceite de la comida, los colores del verde oscuro de la verdura guisada, los rojos del tomate, y del huevo frito no digo nada, ¡qué era una lujuria de bellezas para contemplar! Y si rememoramos también las horas que ganaba a la muerte y para mi gozo cuando en tardes de lluvia, y arrimadito a las paredes viejas, gustaba de sus verdines tan vivos y cambiantes, sus colores de ladrillo o ese blanco vivo de la cal, que no es el de ahora, sintético, ni de coña. De cuando en vez miraba a un cielo puro en sus azules cegados por nubes limpias o me extasiaba ante los verdes del humilde bledo, siempre apegado en los paredones de las callejas. Pero sobre todo para mí era el suelo el misterio más artístico. la tierra viva que pisaba, no el puto cemento o cosas peores de ahora pa bien de autos y gilipollas. Porque uno es tarzanesco pesa a todos y contra ellos. A veces me quitaba los zapatos y calcetines y ponía mi pie infantil sobre un charco, luego lo andaba por lo más seco y ver las texturas de la pisada era ver la plena belleza que aquel tiempo podía darme, en esos ensimismamientos que buscaban un paraíso posible ante tanta falsedades, maldades y fealdades que no han ido despareciendo con este tiempo en que me hice mayor, no. Han ido haciéndose más enormes, más claras, más apoyadas por los más, en un masoquismo enfermizo que nos salpica a todos.



NOTA: La ilustración que pongo acá se titula Narziso decimonónico. NO la incluía, al final, en la exposición del mes presente de agosto, en el patio del ayuntamiento de Llerena. Está realizada en acrílico sobre madera aglomerada, del trozo del panel, que sirve de encimera, que se sierra y corta para instalar el lavadero en las cocinas de las casas.


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