21 de enero de 2015

MORENO TRINIDAD








-Pues no te extrañes, chaval. En este pueblo ser poeta o literato es casi normal.
-Bueno, tampoco exageres Sevilla. Aquí lo que hay es mucho fantasma, eso sí. Y mucho raro, diga usted que sí. Y, ¿adónde dice usted que va?
José Domingo Vilaplana Guerrero, Moreno Trinidad
Dos relatos invernales (ficciones verosímiles), 2012

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.

Luis Cernuda


ESTRUCTURA DEL RELATO  

Leer el relato Moreno Trinidad, de José Domingo Vilaplana Guerrero, en el libro que incluye dos, titulado Dos relatos invernales (ficciones verídicas) ha sido para mí cosa de necesitar tiempo. No por lo extenso del mismo –no lo es- sino por la obvia intensidad que despliega. No muy usual en estos tiempos de casquivanos y simplistas cuando no necios narradores. No ya para su lectura, o andadura agradabilísima, sino para su digestión y reflexiones posibles y seguras, de saberlo, tenerlo, creerlo, disfrutarlo. Algunos a la misma vida la llaman odisea y tal ha sido pa mí esta lectura. Y es el mejor piropo, si es que le hicieran falta elogios o parabienes. Y con esto está dicho ya casi todo. Otros ni se enteran ni saben ni están ni son. Gran maestro José Domingo Vilaplana Guerrero. Y lo digo antes de tratar de mostrarlo en este comento que quedará manco.
No encontraba el momento para hacerlo. Y no recuerdo bien si fue este año o el pasado cuando me regaló el libro, incluso dedicado. Que tanto agradezco. Tanto lo tengo en lo mítico, tanto.
Que la vida misma de todo hombre se pudiera resumir en un peregrinaje de varia laya o forma, es casi seguro. Pero que todo ser humano peregrina a la muerte es fijo. Quiera o no quiera, lo vea o no lo viere. O sea, vuelve al seno materno que ama y que es amado, de alguna manera. Y esa es la grandeza de interpretación que uno ha dado siempre a la Odisea, incluso a ese remedo de la misma que es el Ulysses de James Joyce, como tantos y tantos clásicos desde el Quijote hasta el poema que Góngora no terminó y que llamó Soledades. Tal vez si don Luis lo hubiera finiquitado eso de soledades se entendería mucho más nítido y hermoso.  
La estructura del relato Moreno Trinidad es sencilla: el tipo A sale del sitio X para tener aventuras, buscarse la vida, arreglar el mundo o su mundo, su vida, poder ser y estar viviendo... Y tras todo eso el tipo A vuelve, de alguna manera, con un recorrido de aventuras, peripecias, periodos, periplos, y otras redondeces, al sitio X a terminar su ciclo, que es el fin. Tal es la estructura sencilla de obras clásicas como la que narra, del pueblo de Israel, ese espíritu de dios en los diversos relatores bíblicos de diversas formas, tal es la estructura seminal de la Odisea,  del Ulysses joyciano, del mismísimo Quijote, ¿las Soledades gongorinas?, y tal parece clara la peripecia del relato de Domingo. Variarían situaciones y circunstancias, años y leguas, culturas, que son lo que conforman el arte y la parte concreta de cada relato de esa estructura que se resume en:
1.- Alguien debe dejar sus orígenes por alguna razón fuerte.
2.- Ese alguien  tiene que hacerse y ser fuera, lejos, en aventuras.
3.- Ese alguien vive aventuras, eventos, sucesos diversos que lo ponen a prueba…
4.- Ese alguien ha de volver al origen, al punto de partida (geográfico, emocional, de amor, de muerte…) para reencontrarse, cerrar un ciclo, acabar todo lo esencial de la vida y darle sentido, dándose también latido y sensatez. Ulises, pueblo de Israel, don Quijote, Leopold Bloom, Moreno Trinidad… ¿Cualquiera que muere y descansa?
Que esa estructura narrativa esté presente en toda cultura humana, a efectos de antropología, es ya evidente de  que la literatura cumple ese papel de vehículo de la religiosidad humana, o de la certeza de que todo ser humano, en todo sitio es uno y el mismo. Y como necesita pan o carne también necesita ordenar su espíritu, su ser en sus anhelos, movimientos profundos, cuitas, deseos, logros… Porque la vida real es toda una y la misma cosa.

TEMAS POSIBLES         

¿El tema es el amor en este relato? Estoy por afirmar que el amor es uno de los motores del tema de fondo esencial. Y bien digo motor pues todo lo mueve, y en ese sentido es tema y tela marinera.
Un hombre de pueblo, en la flor de su edad, es impelido a volver al suyo, tras dos años fuera buscándose la vida. In media res de la odiseica vuelta a su Itaca el narrador inicia la peripecia. Que desde ese principio es ya heroica. El hombre de pueblo es un enamorado, como Israel, como Ulises, como don Quijote, como Leopold Bloom, ¿cómo el peregrino de las Soledades de Góngora?, y como tantos otros que vuelven a su tierra, su patria, su matriz, ¡ay, la matriz! Y tal vez a esto alude el famoso poema de Cernuda titulado Peregrino, de forma clarividente, en la negación de esta solera del ser humano y pensando en otra vida, otro sol, otro ser… Vuelve y busca su amada, que era motivo de su vuelta. Y su amada ha muerto, el día antes de que él volviera. Nuevamente me resuenan esos poemas medievales de la amada fallecida. Y el amante, el peregrino, el Leopold Bloom, el Quijote y el Ulises que encierra nuestro hombre joven de pueblo va y ara la tierra, esa tierra estéril que nada le dio y por la que tuvo que marchar y por la que vuelve…,  para tratar en vano de recuperarla. Y la Autoridad, la Guardia Civil lo arranca del abrazo a la muerta amada en el mismo cementerio. Y ese es el simple argumento: Un tío emigrado, que se fue dejando novia, tras dos años fuera, sin mucha suerte, vuelve al pueblo por su fracaso y el deseo de la novia amada, que un día antes, de él llegar, murió. Posteriormente es detenido, por la Guardia Civil, pues en su desespero fue al cementerio y desenterró a la amada, muerta, y así lo encontraron abrazados… Algo terriblemente romántico, terriblemente crudo del estilo de la novela de los años cuarenta.
¿No va ese tema mucho más allá del mismo amor y la misma vida?
Y yendo al mismo texto señalo el manejo perfecto y logrado de ese contrapunto entre el narrador de la historia del emigrado y el amor,  y el mismo hecho de escribirla por uno que no sabe: El temor a no dar la talla me paraliza, dice, no más, en la primera parrafada que le toca. Y en esa: Cuántos libros sin leer, o sin haber entendido tras haberlos leído. Quizá por eso ahora me empeño en escribirlos, porque no he entendido nada (página 14). ¿Es consciente nuestro escritor que lo que escribe es la enésima versión de la Biblia, la Odisea, Quijote, Soledades, Ulysses de Joyce, por poner ese canon clásico de la cuita central temática que le lleva, que dice sin haber entendido y trata en este relato de discernir en quintaesencia, ya que lo mismo ese empeño da entendimientos? Hay una evidente ironía, a su pesar.
Señalar que en la maestría formal que Domingo despliega destacamos esos guiños, no parcos, y que un avisado lector cuadraría, esos guiños del inicio, como en la página 14 al decir aquello de …hogareño regazo ambientado por la mezcla aromática de café y licores. Ha sido consciente el narrador de la alusión lejana, en el final de relato, al hogareño regazo de la amada muerta, ¿no hay rememoración, memoria anticipada o lo que se llama premonición, en esa frase que no suena adecuada en el contexto, sino insinuosa para con el resto del estilo, insinuante del final regazo hogareño dramático?
Casi todo sucede en la lluvia. La lluvia como metáfora del tiempo. Hay un momento que el escritor de los textos en cursiva se pone en paralelo con la historia que narra, ya que esos textos como de diario y en fluir mental son la luz de lo narrado. Las dudas sobre lo que se le presentará al volver a Llerena salen en Necesito…, no sé lo que necesito. O, en parte, sí lo sé, necesito a los míos, a mi mujer, a mis hijos, a los amigos, a cierta familia… Pero qué lastima que todo eso no baste; también lo sé. La compañía, ay, ayuda al hombre y estorba al escritor (Antonio Rivero, duras palabras, y sabias), página 20.
Anoto que los textos en contrapunto a la narración, al ser textos que parecen reflexiones del autor, o disquisiciones, aparentemente ajenas a lo narrado, no lo son en nada, sino íntimamente imbricadas con ello. Mientras lo sentido por el héroe del relato, Moreno Trinidad, es aludido, a veces intensamente, otras al buen tuntún, lo expuesto por el culto escritor es melosamente considerado y ralentizado a tope, como que se demora para el goce de una especie de masturbación mental. Y con esa expresión no quiero quitar valor sino ponerlo, pues se parece más al estricto acto solitario que a otra cosa. Bueno más que parecerse es casi el mismo sentir solitario del héroe de la narración, Moreno Trinidad, y por eso lo destaco, por alter ego en guiño absoluto. Digo la soledad errática en la tierra que toda es una y la misma en definitiva.
Y si he hablado de la soledad será porque el escritor, en esos textos, en contrapunto con la vida y con lo que narra del emigrante que vuelve y haya muerta a su novia amada y va y la desentierra de su tumba, en el cementerio del pueblo y lo encuentra la Guardia Civil en eso…, ese escritor habla demasiado de ella, como en el monólogo que va de la página 51-53. Y extraigo estas frases que casi lo resume: Las relaciones humanas, visto el asunto desde estas coordenadas, no pasan de ser un fructífero juego de engaños e imposturas. Y me refiero a todas las relaciones humanas, más engañadoras e impostadas cuanto más solemnes y oficializadas, p.51.
Y yendo a la soledad, ya que me sorprende a mí mismo haber comparado la del héroe con la del narrador, con la misma de las Soledades gongorinas, traigo esta sentencia del texto del narrador acerca de la misma: En eso parece que consiste vivir, en afrontar exámenes constantes en la más pura soledad: si los superas, vives, sino, pereces, pp. 66-67.
Y tras esos contrapuntos o puenteamientos necesarios, para trazar el puente de la historia o de lo narrado, todo lo cierra un documento oficial frío, un dato estatal o administrativo de la administración pública, como verdad, bondad y belleza única de este relato. Lo cual hace preguntarse sobre la irónica situación de la historia y sobre la pretenciosa y trabajada trama de estilo del narrador y del escritor en esos textos en contrapunto. To pa na, que diría el otro que no sabe de arte o del arte literario. Si totá el guardia que cuenta los hechos basta, en su forma.
Este final documentado pone en relumbrón o en entredicho la forma de traer la cosa, llevar el relato, hacerlo. ¿Forma parte del relato las Diligencias instruidas contra Manuel Moreno Trinidad, de 24 años de edad, vecino de Retamal de Llerena, con domicilio en la calle Hernán Cortés, 15, o no forma parte? El texto final del contrapunteante escritor, que cuenta el hallazgo, por pérdida, de ese documento oficial, firmado por dos guardias civiles y un escribano, que da parte de los hechos finales del relato Moreno Trinidad, en estilo normal de gente de oficina de ese tipo de eventos, cierra el relato. Verdad que transcrito por Domingo o su alter ego, que es lo mismo, tras hallarlo rocambolescamente y transcribirlo en uno de sus cuadernos… Una cierta sorna trata de quitar mordiente al relato que el lector no pierde del olvido. Y, en mi caso muy emocionado ante lo que se nos cuenta de forma magistral. Y máxime por la forma de hacerlo, estimo. Pues ni la troupe que sobrevuela los textos finales del escritor, en su sorda villanía de nenes bien, salerosos, divertidos, jóvenes y todo eso puede aminorar la tensión, tan bien traída, desde el inicio hasta ese documento final y oficial. Incluso esa troupe remeda la troupe de mimetismos literarios aludidos en este estudio: la troupe de los amantes de la mujer de Ulises, los barberos y barbianes clérigos y tía y sobrina, cura y demás patulea del Quijote, y no digo más en el Ulysses, la Biblia, Soledades y etc.


FORMAL

Cierto que hice afirmaciones de valor del texto, y literarias, sin constatarlo con la muestra concreta y sólo alusión para el inteligente lector, en estos tiempos de tantísima vergoña e ignorancia literaria. Esto no sería posible, lo de mostrear mis afirmaciones valorativas, pues nos alargaríamos muchísimo. Afirmar que es Domingo Vilaplana Guerrero un estilista y un orfebre del texto literario, exquisito, atento, que lo trabaja. Riqueza léxica, construcción verbal y fraseológica de índole consecuente, sin mareos ni disquisiciones innecesarias. Un uso, supongo, que muy intencionado, en este relato, del léxico y de la fraseología extremeña de la comarca de Llerena. Y a propósito de léxico escojo dos palabras que me chocaron, por ese buen rollo del uso léxico del autor, por lo general. Una aparece en la página 32, línea 2, y es el palabro horterez, en vez de horterada. Y otro error relativo a que olvida que en invierno, enero dice el texto, las moreras no tienen ni asomo de verde; pero para esa ficción real de Domingo lo tienen e incluso se regodea en sus anchas hojas rugosas, como manos extendidas, implorantes, página 25. En enero no hay casi nada de eso, que anoto, nos dice: Por un momento, apreciando también las cuelgas de madreselva, jazmines y enredaderas de campanillas que rebosaban sobre la tapia lateral, página 25. Y eso en la Llerena de enero, según precisa el texto, es imposible, a no ser que en aquel año, que ocurre lo de Moreno, el tiempo estuviera muy alterado. Pero es un error mínimo, y no error, sino que no casa con lo real, sino que ocurre así en ese relato de ficción realista,  claro. Es discutible el uso de la expresión un Celtas corto, página 28, línea 3, que a mi entender ni debe ser con mayúscula ni en plural, por simple sentido gramatical. Al igual que usa flama por flaman, que sería el correcto apócope de flamante, en página 39: casi flama todavía. Aunque por lo general el uso de palabras perdidas o de uso poco frecuente en el castellano estándar, y de uso casi exclusivo en la comarca de Llerena, es de mucho agradecer. Y la lista es larga.

FINAL

Forma parte, ya dije, este relato junto con El doctor duerme de Dos relatos invernales (ficciones verídicas), publicado en 2012, en la Editorial Manuscrito, de Madrid. Del segundo relato quiero hacer comentario aparte. Tal como en su día dije a Domingo.
La sensación final al acabar Moreno Trinidad ha sido viva, no de acabar un relato sino de sentir algo hermoso, bueno y verdadero. La emoción me embargaba en su hondo sentido, y eso es de agradecer por certero y un evidente modo de saber hacer en el autor. Muy bien trabajado formalmente, trabado con habilidades de maestro que lleva escribiendo hace ya años y lo sabe casi todo, pero también lo duda y eso aparece explícito, como juego y como realidad, en el relato.
Pienso, como una de las citas que inicia el relato, que las historias sólo suceden a quienes son capaces de contarlas, vivirlas, leerlas también, pues el suceder ocurre tanto en el espacio-tiempo como en el tiempo sólo, que transcurre sólo en un espacio, obvio.

CODA

Sería bastante cruel si interpretara que el relato sería la sórdida situación de la emigración extremeña de todos los tiempos. O de toda emigración cósmica. Y cuya enseñanza sería que jamás se debe volver a cierta tierra, a cierto pasado, a cierta gente, a ciertos lugares..., de los que uno marchó a su pesar o en duda. En esa posible interpretación, lo mismo por tremenda, traigo el poema de Cernuda, con el que cito este comento. Pero como sé que alumbra el relato enlazo este comentario al poema de Cernuda. Con la consideración de los grados entre emigrante, exilado, errante, peregrino y todo eso, como uno de los transfondos, subtemas, etc. Un abrazo y muchas gracias, Domingo Vilaplana Guerrero.





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