8 de abril de 2014

SANTO E INOCENTE






El 4 de abril de 1984, en el mayor cine del Cáceres de entonces, en cabida de público, por ahí tengo el recorte de la entrada, uno asistía al estreno de Los Santos Inocentes. Y uno iba a acompañado del amigo Diego Bermejo Díaz de Rábago, un gallego de Santiago, con quien compartía piso en aquel Cáceres que se desperezaba de la dictadura aún. Lento y pesado aún. Ayer hizo 30 años, me dice esta prensa y este redactor, aún. Resalto esa compaña por ser la única no nativa de la tribu. Entre la nativa recuerdo a Mara y poco más.

Para mí ver Los santos inocentes, con esos ojos de Mario Camus, como verme en no pocas situaciones de mi vida en Extremadura. Antes, durante y después de esa película. Y no exagero ni un ápice. Tal vez, y sin tal vez, es la peli o fenómeno estético, cultural, artístico, vital, social, político y señero que más retrata el ser de esta tierra y de sus gentes. Tal vez por ello la que concita más silencios sobre su realidad y fondos, sus magmas. Tanto que, pese a tener copia de la peli, cartel de cine a todo volumen y mucha literatura sobre la misma, no puedo revisitarlas sin que el tiritón del sentimiento me hiera profundamente. En el mismo jondo de mi ser. Sin paliativos. De hecho no he vuelto a ver más la peli completa de la forma usual. Esto es, en la tele, en pantalla, en cine... Sino que sólo se dispara en mi memoria y toda ella fluye, fluye en detalles y en conversaciones que no necesitan palabras, ni decir exactamente lo que se dice. Y la verdad es que sólo me hizo falta verla, esa única vez en Cáceres, pa quedarme con toa ella de lleno y pleno. Tal fue el impacto en mi memoria visual. 
Había leído la novela de Delibes y había imaginado algo... Un rumor que fue creciendo hasta encontrarme en aquel cine cacereño, en el Paseo Cánovas, cuyo nombre no menciono, viendo tal vez lo elemental de la vida y de la muerte en Extremadura. Allá estaban actores, director, gente importante... Para mí todo eso era nada y todo lo que me embargaba y que adiviné que sería pa toa la vida. Como también sé que un día he de ponerme a ver esa peli -al modo usual- para exorcizar el agarrotamiento y emoción que me embargan en sus recuerdos, que van desde el llanto al dolor, y que me haga más libre por conocido de mí, más verdad, más bondad y mucha más belleza que la que recuerdo, de esta forma epopéyica en que los recuerdos de este tipo se manifiestan. Epopeya del recuerdo, de la memoria y del que yo era entonces, en mis detalles, como que los zapatos que usaba eran heredados de un hermano mio que apenas los usó en la mili aquella, con la que un protagonista "huye" del paraíso en esta tierra, ese paraíso cortijero tan carcelario. Epopeya de la gente de abajo en lo que se llaman tierras extremas o fronterizas, bajo todos los dominios que es el Dominio de las ignorancias, miedos y odios con que unos fulanos machacan y dominan a otros: con la salvedad que no pocas veces esos otros dan su permiso. Por eso santos, por ello inocentes.



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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.