5 de diciembre de 2012

BUENO Y ANTIGUO





UN ESPAÑOL QUE RAZONA

Siempre que pienso en Juan Gil-Albert, la imagen que me vuelve, y en que mejor se cifra mi general impresión de su obra y de su persona, es la del sabio. Sabio no sólo en una especialidad precisa, la creación literaria, sabio en sabiduría, como los buenos y los antiguos. Escribir, sea en verso, sea en prosa, es para él una actividad tan necesaria y tan espontánea como respirar y pensar, supeditada siempre a una finalidad que no está en ella misma, y que es lo que de verdad le importa: encontrarle un sentido a su vida. Tarea, por otra parte que a él no le parece específicamente definitoria de la propia individualidad, sino consustancial a todos los hombres, definitoria pues, únicamente, de su humanidad. Claro que, por modo fatal, el fin de su indagación, el sentido de la vida y de lo vivido, ha resultado estar precisamente en aquello que él utilizó para buscarlo: en lo que ha hecho, es decir, en lo que ha escrito.

Jaime Gil de Biedma
Ensayos completos
Crítica, 1994


Cuando alguien aprobó oposiciones, para trabajar de profe de lengua y literatura castellanas, en la enseñanza pública, por aquel tiempo, había fallecido años antes el eximio poeta Jaime Gil de Biedma. Incluso los falsimedios le dedicaron espacios inusuales. Y llegó a tanto que incluso un poema suyo, que en aquellas oposiciones pusieron para hacer el ejercicio práctico de comentario de texto, fue seleccionado y editado en las páginas de no pocos periódicos y revistas, en homenaje al poeta. Incluso en el diario El País. Pese a todo eso, y que se supone que una persona que se ha especializado en lengua y literatura española y que en cierta manera se supone que debió ver ese poema..., pues resultó que no, que de los casi 5.000 y pico largo de opositores, especializados en la enseñanza de le lengua y literatura castellanas, sólo uno de ellos dijo claramente que el poema ese era de Jaime Gil de Biedma. Porque he de explicar que entonces en esos ejercicios de oposiciones nunca se decía el autor de los textos a comentar.  Tampoco era relevante poner el nombre de los autores en los textos del ejercicio práctico. Pero la persona que sé que lo puso no sólo conocía el texto de Gil de Biedma, sino que lo hizo deducir del impecable comentario que le dedicó. Con la máxima nota que se podía poner y con todo el tribunal de acuerdo en ello.

Casos como este son ilustrativos de la preparación e interés del profesorado, o aspirantes, en la materia que iban a impartir.  Y casos como este valoran todo, y todo lo aclaran, referido al chanchulleo en que han caído asignaturas tan personales como lengua y literatura. Que  los aspirantes a docentes no aman con pasión e interés por todo lo que la rodea. Máxime si es uno de los poetas punteros, pese a su exigua obra, en el pobre panorama general de la literatura del siglo XX, y en la poesía. Fue y es mi consecuente reflexión y análisis a muchos años del suceso esclarecedor. Luego la realidad ha sido pertinaz con lo mismo: los chusqueros son legión. Lo mismo que los votantes del bipartidismo, o lo mismo que los futboleros o adoradores del capital, la banca y sus mercados. Y todos creyentes fervorosos de la religión que estipula que ante toda necesidad se abre la puerta del negocio, sobre todo del negocio egoísta y zampabollos para uno mismo. Que eso se enseña en todos los niveles y grados, estamentos y lugares de lo que llaman enseñanza, docencia, escuela y similares. Y está en todos los contenidos de los manuales de educación para la ciudanía, la historietería, la lengüetería, la literaturería y todas las -ías habidas y por haber. Esa verdad suprema, estructura de todo este tinglado carcundo (otro Jaime dixit) y fe de casi to personal: la necesidad, ¿o era la necedad?, genera negocios, por ende crezcamos, manipulemos, soltemos, hagamos, controlemos todas las necesidades y controlaremos todo y a todos. Y a los que no, que se jodan.

sabio en sabiduría, como los buenos y los antiguos
Jaime Gil de Biedma



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