11 de septiembre de 2011

AUSENCIA DE BIEN

Invariablemente la amargura se apodera de mí. Por el mecanismo de siempre, de la gente mala. Tristeza y amargura. Para risa de memos y tontos y similares. Con sus consecuentes femeninos. Pues ya se sabe, la mujer disimula más mejor la tontuna... Pues sólo los tontos son malos, o sea, carecen de bienes.

No existe el mal, es simplemente ausencia de bien. Por ende no hay mala gente, sino gente mala. Y siempre ocurre. Está en todas las mitologías, en todos los ritos, en todos los mitos, en todas las civilizaciones rimbombantes. Y tal vez ausente en alguna de la selva o perdida. Los hombres lo saben desde hace siglos y milenios. Siempre ha de haber buenos e inteligentes -no la inteligencia de la que habla el mal sus servidores y servicios- que mantengan viva la llama de la bondad. A costa de su ardimiento se mantiene, quema, purifica. Se les llama chivos expiatorios..., y en el mismo orden cristos o víctimas sacrificiales.

Esa tendencia o uso se da socialmente. Pero es su sibilino uso interpersonal el que realmente me interesa y me ha interesado siempre Y siempre que he tratado con alguien, mi pasión ha sido si era de unos o de otros, o mitad y mitad. Raro pero también se da. Un uso depravado, a fuer de secreto, o a lo poco, oculto a los más, y sólo a la vista del ojo que sabe verlo. Quién es bueno y quién tiene ausente la bondad, importándole un pimiento. Aunque la predique toda a boca llena. Es el uso de ese maestro de escuela -por ejemplo- que anda puteado y quemado tol santo día, porque lo fostian en su labor y luego se desahoga en clase maltratando a sus alumnos, cuando no a la novia o querida, la vecina o a su santa madre si hiciere falta..., sin caer un momento en la cuenta de que su frénesi conflictivo yace en el mal de su escuela, y que es allí donde exclusivamente tiene soluciones, no en la diversidad de proyecciones que lo meten y sacan de uno contra otro y luego este con aquel y ¡qué no para! En una época pretérita fueron los niños el vehículo de canalización se los sufrimientos de los mayores de manera explícita. Lo son algunas mujeres, mientras otras repican en botija, cuando se tiran un cuesco o cogen un pedo. Pero esos colectivos de la infancia lo siguen siendo, de forma subrepticia. Porque al mal personal siempre rompe por donde la cosa es débil, o le aparece débil, que esa es otra. Y allí atiza de lo lindo y sin piedad.

Todo estriba en ese principio de que el pez grande se come al chico, como catetería extrema del mal, pretendiendo basarse en un llamado darwinismo social de vías estrechas. Y en la naturaleza existe un escrupuloso sentido del bien, como lo necesario y adecuado y en manera alguna existe ausencia del mismo, o sea no hay mal. Y el pez grande no como al chico.

El chantaje emocional es un ámbito donde el mal anida y pone huevos/ovarios bien gordos. Cuando él o ella son el motor del amor -llámamosle así en esta época de tanto discernimiento-, y ella o él abusa del otro -esa él o ella- para castigarlo con todas las matracas habidas y por haber en su ámbito laboral o profesional, y si no traga pues entonces es que no la/lo quiere, o no la/lo estima siquiera, o pasa de ella/el y lo que sea o fuere/a, como si el otro o la otra debiera ser un felpudo o amortiguador de sus faenas laborales, muy por encima -en esa función- que en la del amor que viven o vivan, o incluso formando esa función -indefectiblemente- parte de ese amor. Como si ser felpudo fuera cosa incorporada y de oficio en el/la de amante. Si lo es, claro está.

Pero los malos son persistentes y ladinos en dejar caer su tantarantrán sobre las molleras de los más débiles. Que son los que ellos designan porque les da la gana, y no por cualquier cosa. Y es bueno el que no puede responder con los mismos males, bien por imposibilidad o porque no quiere serlo (malo) y no le da la gana.

Se dice popularmente que siempre cede el más bueno.Y ya la lía si una vez cede uno. Queda crismado, señalado, de alguna forma muerto... Que por ese sitio vienen todos los palos.

Dice una creencia judía antigua, un credo cabalista, que si mundo sobrevive es porque hay siempre doce justos que lo mantienen en su ser. Doce justos desconocidos, doce buenas personas que entre ellos no se conocen ni saben que lo son. Doce pringaos que diría la mayoría de los malos de estos tiempos. Y es verdad que la estabilidad de cualquier relación personal la mantiene la persona más generosa, la menos mala, la más débil en apariencia, si tomamos la definición de débil como lo más susceptible de hacérsele mal. Lo cual es honra en otros valores y no en los de ahora.

Ante el débil acontece el chantaje, el engaño, la trampa, la trama, la tabarra, el abuso, la manipulación, el todo vale, el rechazo, el desprecio, y -sobre todo- acusarle de que eso mismo lo hace él, para debilitarlo total y por la cara, y decírselo cuando más se le mate y dañe.

Estamos en una sociedad que se basa en todo lo más perverso para organizarse, no ya socialmente, sino económicamente... Y ese mal se filtra por todos los poros de sus gentes, y llega a sus cuartos de baños, a sus camas, a sus lechos, a esas almohadas donde babean sueños o pesadillas, a esa cuchara de la que chupa, a ese cuarto de baño donde se pinta, peina o maquilla... Se penetran de ello sus comidas y sus formas de comer y de pasear, de vivir -es un decir- y de darse una vuelta por la calle o hacer sus vacaciones, viajes, tratos y tratas. Se cuela por la bragueta del machete y por el lateral de la braguita de la nena o señora, por la verija del culo del que guste y la socava, llenándole la cabeza y la cocotera de valores de Bolsa y Banca para el trato con su legítimo o posible, y usar bien del pedaleo para dominar.

Una sociedad que basa su ser en el dominio de la sinrazón y la falta de criterios, y promocionar hacer lo que salga de los pinreles o del mismo coño, que jamás es eso, sino to lo contrario, pero queda bien y atiza a alguien de seguro, que pa eso se dice con tamaña suciedad...

Y en el magma de tamaña sociedad arde ese fuego de la falta de bien, o sea el mal. Bien temperado por los usuarios que saben sacar partido hasta de las piedras. Sobre todo de los que se aguantan, se mantienen. Son los que eligen, generosamente, que todo siga vivo. A los malos y malas les da tres leches en su desesperación ultraegoísta.

Porque todos sabemos que la gente, señoras y señores, hace demasiados cosas que no quieren que se les haga a ella. Y ahí está la prueba del algodón que no engaña.

1 comentario:

  1. Soberbia reflexión...la que muchos llevamos dentro pero no lo sabemos explicar tan estupendamente como tú.
    Un abrazo

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.