14 de noviembre de 2008

MAESTRO Y MATURRANGA

Aires Nacionales

III

Los héroes marciales de la revolución española no mudaran grito hasta los últimos amenes. Sus laureadas calvas se fruncían de perplejidad con los tropos de la oratoria demagógica. Aquellos mílites gloriosos alumbraban en secreto una devota candelilla por la Señora. Ante la retórica de los motines populares, los espadones de la ronca revolucionaria nunca excusaron sus filos para acuchillar descamisados. El ejército español jamás ha malogrado ocasión de mostrarse heroico con la turba descalza y pelona que corre tras la charanga.

IV

-¡Pegar fuerte!
La rufa consigna bajada de las alturas hasta la soldadesca, que relinchaba de gusto porque la orden nunca venía sin el regalo del rancho con chorizo, cafetito, copa y tagarnina. Los edictos militares, con sus bravatas cherinolas proclamadas al son de redoblados tambores, hacían malparir a las viejas. El palo, numen de generales y sargentos, simbolizaba la más oportuna política en las cámaras reales. La Señora, encendida de erisipelas, se inflaba con bucheo de palomas. -¡Pegar fuerte, a ver si se enmiendan!



Ramón del Valle Inclán

Valle Inclán: Cronología, Escritos dispersos, Epistolario
(1989, Fundación Banco Exterior. Al cuidado de Juan Antonio Hormigón)


Esos dos textos, de variantes de la serie genial El Ruedo Ibérico, del escritor gallego, son exponentes del estilo, y de que en el estilo, en la forma, está la idea, las ideas. Sin más, sin soflamas filosóficas o moralinas, hábitos, costumbres, débitos ni cantamañanerías de trasnoche. Muchas veces pienso en que dos contemporáneos, como James Joyce y Valle Inclán, tienen mucho en común; como creadores y hombres de una época, de un tiempo. Que incluso me encapricho en verlo en sus estilos, su vocación estilística y de trabajo con la forma para decir el fondo, que no otra cosa es la literatura sino lo literal, lo que aparece, y no lo que aparece como lo que dice... Aunque sea tan sumamente penoso, hoy y aquí, ver tanto gañán de taller literario que no ha leído maestros, que no contrasta, que no asimila, y se conforma con cuatro maturrangas (expresión llerenense equivalente a engaño) para ir tirando…
Por otra se puede observar, en esa parca muestra, el trato diferenciado de lo que hoy se llama novela histórica como manía del Mercado editorial y moda y modo de los lectores asilvestrados, escrita por farrucos y pillabichos, delincuentes literarios que arrasan con toda creación para lucir posturas y mentiras de la historia propagandística común y de las universidades y sus manejadores diversos, al servicio del conservadorismo atroz en formol. Los que antes les suplían, escritores de novelas del oeste, policíaca menor o rosa, no se daban los pistos que estos gachones y gachises, que copan todo lo cultural y elevado en los rankines de ventas, lectura y curtura (sic)... Sólamente la frase El palo, numen de generales y sargentos, simbolizaba la más oportuna política en las cámaras reales, hace la completa historia de este país y de su ejército hasta hace bien poquito, así como de sus gobiernos, estados y mandamases diversos. Tal vez hasta siempre. Creación e inteligencia. Del escritor y los lectores. Hoy falta una o la otra en los de la fama, premios, troníos y todo eso de la publicidad mediática de los plumíferos en faena, y en esos compulsivos consumidores de letras arrejuntás y pésimo gusto porque creen que nacen sabiendo...
Volver siempre a los maestros, aprender de ellos, disfrutarlos con el sosiego que merecen. Valle es uno de los míos, o soy de los suyos. Nos somos.

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