3 de junio de 2007

MONTAÑÉS ALUMBRADO

¿En qué quedamos? ¿Es la novela histórica literatura, o sea creación ex nihilo radical y con apuesta por los mundos verbales e imaginativos, creativos en definitiva, o es una mescolanza extraña de refritos historicistas, con rebajamiento al mal gusto del pastiche de un público abotargado y tocinero, sin formación literaria, y sin paladar por calidades?

Martínez Montañés se sabe lo que era, muchos sabemos de su genialidad. No hay más que ver en Llerena, en santa Clara, su hermoso, patético y sorprendente -para una cultureta estupidizante como la que se despacha hoy- talla de san Jerónimo Penitente, que ha sido el llerenense que más ha viajado, así a lo tonto y siendo estatua tallada en madera.

¿Cuántas veces, amigo Julián Ruiz Banderas, no hemos hablado de la posibilidad de un sector elevado de los alumbrados de Llerena, una rama sevillana en torno a la Congregación de la Granada, institución discreta sevillana fundada bajo la protección de la Iglesia y la Alta Nobleza, que posteriormente fue perseguida por la Inquisición debido a que escondía ciertos secretos? En fin, que siempre hay un vivaracho que aprovecha este río revuelto de las modas mentales, en este caso la novela histórica, para tratar de vender como nuevo lo que es tan viejo para quienes sabemos mucho y leemos más. Confundir la Congregación de la Granada con Granada, ciudad, es una soberana mentecatez (o como lo escribí con errata: mantecatez, con a de manteca), tal vez de orden nacionalista andalusí o andalucista, que no sé bien la gracia del nombre necio. Otros clarifican mejor y más con eso de la Granada..., La Granada era una congregación religiosa de personas muy importantes que estaban bajo la sospecha de no ser ortodoxos por el secretismo que tenían que guardar en algunos puntos de su ordenanza. En la Granada había nobles y sacerdotes. Fue procesada por ser discreta y por tener que guardar secretos. Se dice que no se condenó a nadie, pero tampoco existen los papeles que prueben esto. Era un grupo de personas con una visión especial de la Iglesia, quizás demasiado moderna para la época.
En fin, los plumíferos malhadados de la novelita historicista pueden encontrar una veta tonta para la mente pobre, intelectualmente, del lector de las mismas, con aquello de los alumbrados, misterios que no lo son, sino complejos mundos interiores, mucho más ricos que el reduccionismo a un secretismo tonto o a un ocultismo de alpargata mental, cosas a que nos tienen tan acostumbrados estos novelistas del espanto y la mala calidad literaria, y de las otras, como domina la llamada novela histórica, salvo raras excepciones contadas con los dedos de una mano. O tal vez sin manos.
¿O es que la novela histórica ha ocupado el espacio intelectual que otrora ocupaba la novela del oeste?, claro que la gente ha crecido en títulos académicos y ve a tele y es culta y tal...

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