26 de mayo de 2007

POETA EN LLERENA, 5

ÁNGEL LOZANO MUÑOZ
El siglo XX está plagado de grandes poetas de obra muy exigua. Jaime Gil de Biedma, uno de esos grandes, apenas escribió 80 poemas. Pero seguro que nadie como Ángel Lozano Muñoz, poeta llerenense que escribió un solo poema, que es toda su obra.
Ángel fue uno de los muchos llerenenses que obligaron a emigrar a Cataluña en los años sesenta. Tenía entonces catorce años. Se crió, el resto del tiempo, en Barcelona, donde llegó a ser profesor de lengua y literatura castellanas en centros privados, para después enseñar catalán para extranjeros en una prestigiosa academia de la ciudad condal.
Lo conocí en 1982, de forma casual, en la plaza Real, entre las Ramblas y la plaza de sant Jaume. Nunca olvidaré la casualidad del encuentro. Iba yo con un grupo de actores, uno de ellos me empujó entre juergas, y caí sobre un señor sentado a una mesa velador, que departía y tomaba cerveza con otros. Resultó que era Ángel Lozano. Reconoció en mi acento mi origen de nacencia y, luego de las necesarias disculpas, me llamó paisano.
Había nacido en la calle Torviscal, número cuatro, de Llerena. Nunca volvió y no tenía ganas ni interés. Se consideraba un apátrida. Quedamos en vernos otra vez y me anotó en una servilleta de papel su teléfono. Días después lo llamé y me invitó a visitarlo en su casa, sita en la exigua calle de la Çeca, traseras del Museo Picasso. Fui y probé una deliciosa absenta que había traído de Holanda. Volví muchas veces ya que siempre era amable y mostraba un interés lejano por las gentes de Llerena que recordaba, casi toda ida o fallecida. Algunas veces me hablaba en catalán. Cosa que agradecía por mi interés en hablar y entender esa lengua. Recuerdo que charlábamos de todo lo divino y lo humano. Cierto día surgió el asunto de la poesía. Me confesó que había escrito un solo poema, trabajado durante años. Lo había publicado en una sólo hoja y hechos miles de copias, que repartía a quien pensara que le interesaría. Solía llevar una cartera de cuero negro, y siempre ponía ejemplares en ella, que soltaba en el metro, en bibliotecas, en bares y en todo lugar que se le ocurría. Cuando no las repartía por la calle. A lo llano. Era su poema, toda su obra.
En el trato que le tuve no pasó desapercibido, antes de conocer el texto del poema, ese sentido profundo de misantropía, ese asco a los otros, que cuidé bien de confundir con miedos.
Ángel conoció a la poetisa llerenense Consuelo Galatea Pérez, de la que ya hemos hablado aquí. Tuvo un apasionado romance con la misma sobre el verano de 1972, que terminó bruscamente. No sabemos si por la vida recatada que Consuelo eligió, o por otras cosas de amantes. Creo que el asunto no pasó a más que los de la pura carnalidad, y duró dos meses y medio. También conoció, en Munich, a Jesús González Enterado, en un curso de iniciación al catalán que Ángel impartió allá. Al parecer una alumna, enterada de que era de Llerena, al día siguiente se presentó con el paisano. Eso me lo contó Ángel Lozano una tarde, en la que dimos un largo y tortuoso paseo desde la calle Torrent de l´Olla, en el barrio de Gracia, hasta el parque Güell.
Después yo me vine de Barcelona y dejé de verlo, como es natural. Sobre 1986, y a vueltas de un viaje a Italia, de paso por la Ciudad Condal, lo llamé y mantuve una conversación telefónica en la que me dijo que no había escrito nada más, sino que había pulido su poema único, y cambiado algo. Que pasara por su casa y me entregaría una copia de la última edición, con permiso de reproducirla donde estimara. Lo fui a ver y lo encontré muy envejecido, callado y distante. Tras darme la copia y saludarme me invitó a irme, ya que tenía que preparar una charla para un centro cultural de la Caixa. Me fui algo desconsolado.
La última vez que lo vi fue en una librería de Barcelona, en agosto de 1998, y aparentó no conocerme. Lo vi abstraído, con la mirada perdida y escupiendo, como con asco, y breve e imperceptiblemente, al suelo de forma mecánica y cuando parecía que nadie lo miraba. Estuve observándolo buen rato en aquella moderna y amplia librería y me pareció enfermo. Dos horas después lo llamé a su casa y me atendió, no recordando haberme visto y haber simulado que no nos conocíamos. Hablaba con entusiasmo y de todo. Me preguntó por Llerena y sus gentes… Fue la última vez que supe de él, repito.
Visité Barcelona en la primavera del 2001 y me acerqué a la calle de la Çeca. Ángel Lozano Muñoz no vivía allí. Ni los vecinos ni nadie supieron darme direcciones. Llamé a su teléfono y ya no existía. Busqué en guías, indagué en las academias en las que trabajó. Nadie sabía nada. Parecía habérselo tragado la tierra, cuando no quemado el fuego, ahogado las aguas o volado los aires. Hasta el día de hoy, en el que el recuerdo y el encuentro con la última edición, en papel verjurado de color crema, que he encontrado, como oro en paño, en el archivo de raros, me ha recordado toda la historia de este poeta exiguo, que traigo a estas páginas, ya que lo corto de su obra –un solo poema- no lo exime de la extremada calidad de la misma, como puede comprobar quien tenga a bien leerla con detenimiento. Recuerda, de lejos y con otros talante la gran poesía metafísica de Quevedo, por nombrar un clásico a la altura. Reproducimos íntegramente la obra, el único poema, de este poeta singular.

SERUMANO

He vivido entre bestias feroces, terribles
Fauces hambrientas del alma del otro
Animales de presa y de prisas
He olido su aliento a sangre
A orines a envidia y a dolor
Más que vivir como digo he muerto
Entre seres descendientes de un mono
Pariente de bichos evolucionados
De la cadena de los vivientes
Fieras civilizadas por sus miedos
Viven en ciudades ordenadas
Ordenando la vida de los demás
Con terror ignorancia odio
En el desorden de las suyas
Sabandijas que hambrean comer
Todo lo que puede tener el otro
De santo bueno solidario sabio
Alimañas llenas de necedad
De necesidad del daño dado
He visitado decenas de lugares
Y en todos este zopenco mono
Es siempre el grosero irracional
Diciendo cuándo mata y cuándo no
Cómo robar y cuánto y cuándo se roba
Hasta en el colmo del cretinismo
Nos dice cuándo hemos de tragar
Fumar esnifar o simplemente oler
Una planta una sustancia una flor
Aparte de las moscas y otros insectos roedores
Este ser puebla la tierra como lacra
Terrorífica pesadilla de los árboles
Horror maldito de toda fauna
Bestial embeleso en miedo de la piedra
Empapado pavor de las aguas de los mares
Estremecido susto del aire que respira
No sé cuántas veces por minuto
Pánico del reloj del tiempo el espacio de la nada
Ángel Lozano Muñoz

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