6 de enero de 2007

LA MADRE DE MARTÍN

Años 1982 y 1983. Durante los veranos de esos años vivo en Barcelona. En el barrio de Gracia, calle Torrent de l´Olla, llamada asimismo Menéndez Pelayo, en la parte que da al ladito de la Plaza del Diamante. Conservo, todavía, por algún cajón, las llaves de aquella casa, con un cordón rojo. Son unos pisos ocupados, no sólo hay ocupas ahora. Que los hubo luego o antes. En el que yo vivo lo hacen asimismo una compañera mía y dos hermanos, Martín y Virginia, aunque Virginia es esporádica. En el de al lado vive una uruguaya cuyo nombre no recuerdo, con su hijito...
Hoy veo en El País a la madre de Martín, al que yo llamaba con cariño Martín Fierro, y de Virginia. Y todo me lleva a aquel tiempo y a aquellos veranos, en este invierno veraniego que tenemos. Y recuerdo una canción, letra de León Felipe, música mía, Pie para el niño de Vallecas de Velázquez, que hace dos días chapurreé a la guitarra, y que a Martín le encantaba. La tocaba con su guitarra, una muy vieja que me encontré por el piso. Me han venido los sabores y olores de Gracia, de aquella época, de aquellos calurosos veranos en los que sudaba continuo del calor de la ciudad condal, húmedo y pastoso. Recuerdo las noches por las placitas del barrio y el sitio donde me sorprendió la noticia del la muerte de Buñuel, el 29 de julio del 83. Todo ocurría en aquellos veranos. Y recuerdo como Martín me contó que su madre Matilde Horne, a la que conocí brevemente por el barrio, era la traductora de El señor de los anillos, cosa que ni me interesaba entonces ni me interesa ahora lo más mínimo. Y hablo de la obra anillada. No el trabajo de traducción de Matilde, sino Tolkien. He hecho traducciones como modus vivendi y sé que un traductor es un creador y un traidor siempre. Por ese orden.
Recuerdo a otro argentino, este poeta de los buenos y poco cacareado, Mario Trejo, al que conocí años antes y que vivía cerca, en la Travesera de Dalt y al que, en aquellos veranos, encontraba a menudo con su pelo canoso y sus pantalones blancos y camisetas de marinero en las atardecidas y noches de Gracia, que era otra cosa de cuando la vi la última vez, en 2001. Y me refiero al barrio de Gracia, que ha perdido todo lo encantador que tenía por entonces.
Tengo que aclarar que la Barcelona que viví nada tiene que ver con la que me han ofrecido los emigrantes extremeños, de aquí y de allá, por fortuna, como no es la Extremadura que vivo en nada parecida a esa Extremadura inventada y estandar, cutre y mediática de los del pesoe y la Junta.


Mapa de la zona del barrio de Gracia en la que viví, punto rojo

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.