28 de febrero de 2011

TEORÍA DEL TORO MANSO


COLUMNA BARROSO
Por Eutimio de Torres

TEORÍA DEL TORO MANSO

Del toro manso me libre Dios
que del bravo me libro yo
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Lo que hay de verdad en el dicho que el pueblo invoca es tremendo. Pero nunca se ha definido esa metáfora referida al toro manso. ¿Cómo es él? ¿Quién es? ¿Cómo actúa? ¿dónde, cuándo, quién, cómo y por qué?...
Pergeñar, siquiera, como una mera elucubración sobre tal animal es casi imposible, por ser, de propio, escurridizo como anguila o pez. Démosnos cuenta que se nombra al mismo Dios para que nos libre de él. Por lo que acercarse a sus propiedades supondría tener algo de divino, pues así podríamos conocerlo y, de esa manera, evitarlo en su mito, al menos.
Sea como fuere, concluyamos que el toro manso es peligroso, inesperado y que no viene por derecho, sino que es falaz, traidor, pérfido, felón, alevoso, fementido, prevaricador, zaino, insidioso y de tales jaeces sinonímicos. De afilada cornamenta, ducha en lides degolladoras, el toro manso se apalanca en la confianza que le vamos dando, aguza la cuerna en ella y nos embiste por lo bajo y a mansalva, cuando menos lo esperamos en la confianza ciega que le hemos entregado.
Atrincherado en un cargo, generalmente apoltronado, también, o parapetado en el título de padre de familia, de honda raigambre carcundiosa y de moda en los últimos tiempos, por aquello del tercio familiar del caudillismo. Porque los españoles no somos iguales ante la ley, como marca la carta magna, sino que si eres desposado, y tienes retoños que mantener, estás protegido por infinitud de privilegios, por mor de traer niños al mundo, o sea, proveer al Sistema de mano de obra o mansos de obra, que también los habrá. Así que la Hacienda castiga a los que no están casados, ni se les conocen vástagos, que han de mantener a los que los demás traen a molestar, máxime si son mansos novillos. Como en la mejor época caudillista peninsular, ¡viva el tercio familiar!
Después de esa digresión pertinente volvamos al toro manso y a sus toreros imposibles. Pues si manso es el bicho, dificil se le puede torear. A veces suele ser un funcionario de medio pelo, calvo y con bigote, se llame Diego o Javierito, de esos de categoría A que aspira a cargo político por la pela o el pelo (euro). Allegado a la función, que cumple atropelladamente, por caminos de meritaje de guerra e insistencia interina. Campechano y con don de gentes es el toro manso. Dado al alterne y buen padre y madre de familia, al tiempo. Preocupado, el toro manso, por las cosas serias como el fútbol, los currantes, el paro, el terrorismo de la ETA, el futuro, la ecología de andar por casa y fines de semana. Llegados aquí hasta por el turismo rural, tan en boga, y el senderismo trastocador del campo tranquilo. El toro manso. Necesita pastar, claro. Militar, más que militante, de sindicato mayoritario...
Espécimen imposible de definir, aun cuando se haya conocido uno, que no es modelo de nada. Cuando conoces a dos o tres y tratas de establecer unas comunes características resulta imposible, pues no hay papel ni tinta, ni miles de explicaciones para aquilatar las claves del torete atiborrado de mansedumbre. Debería hacerlo la universidad, con becas de investigación. Sería una loable aportación a la paz social y al bienestar común. Más que el logro de solución al cáncer.
Así que estamos sólo en los prolegómenos de la teoría del toro manso, pues tal es la materia, tan colmada de pachorra, que requiere considerandos y más partes expositivas.
Entremos en harina, aventuremos suertes, pues de lidiar se trata. Estemos de acuerdo que es animal mamífero o mamón, cornudo, tranquilo e inesperado, por otra parte. Según el dicho tiene la cualidad de cuasidivino. ¿No será el mismo dios raptor de Europa? O de los euros, que se nos van por lo agujeros que los cuernos del mansurrón han hecho en nuestros bolsillos y carteras. Peligroso como tormenta, pues se pide que nos libre. Y cuando esto se hace es que el toro manso ataca, es violento, del que necesitamos librarnos, salvarnos, aunque fuere tras el burladero de Dios.
En fin, dejemos tranquilo a animal tan huidizo. Y lejano, comiendo sus alubias o sus habas malcontadas tras cualquier bardal. Creemos una finca para los toros mansos y, como el dicho presente, que se nos alumbre su presencia, pues no estamos para revolcones taurinos. C´est tout mes amis. Au revoir.





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