26 de febrero de 2011

EL RECONOCIMIENTO



En España no se ama ni se lee a sus poetas, a sus escritores, no. Sobre todo si esos poetas y escritores no se han dedicado al pedorreo de husmear en lo que llaman realidad, espiarla y reproducirla con fulgor y fervor, apoyándola, divinizándola, sustentándola, bien a favor o en contra, para disimulos pertinentes. No creo descubra nada nuevo. En este país y esta sociedad, cada vez más manipulada y dividida en partidas de la porra y de la perra, se utiliza a los escritores, y a sus obras, para arrojarlas contra una banda, por parte de la otra, o de las otras contra las unas. Sobre todo se eleva a los altares a escritores para lanzarlos contra alguien, por un fin concreto, con una intención nada literaria. Ni siquiera de mero respeto a la obra y el autor auspiciado por sus hinchas. Porque todo esto lo conforma esa visión ya casi única del futbolerío, o el río del futboleo. Que pa eso adoctrina, pa ver el mundo desde su agujero balompédico lleno de telarañas.
Especialmente perversos en todo eso son los detentadores del poder actual, aquí y ahora. Los que la gente rellana y turbia llama los que mandan ahora. Gente burda y borde donde las haya. Gente utilitaria. Gentes que se adueñan de la vida y obra de autores con eso tan mezquino y grosero como es el reconocimiento. El reconocimiento supone que los que mandan -dinero, tele, políticos, militares, mercados...- imponen quién vale y quién no vale. En el orden de valores literarios, tenidos como valores de bolsa, bolsones y bolsillos. Quién le interesa al Tinglado de Poder establecido que sea eso que llaman el mejor escritor, el de más fuste, prestigio y bombo.
De esta suerte el canon establecido por el poder, de premios, publicidades, lecturas obligatorias en la escuela, la fama famosa, la venta, el respeto debido por asuntos extraliterarios y todo ese fregado, y todo eso, es una falsedad total. Y lo es porque sus pertenecientes son una mera colección de cromos vacíos para el album que extermina a los realmente buenos y admirables. Son una pantalla que impide ver otros, y otras literaturas que realmente importan, y son ingobernables y libertarias del orden impuesto por el poder bancario, político, comercial, dinerario, que soporta el orden cultureta impuesto para justificarse y apoyarse. Esos que jamás tendrán el reconocimento de las pelas, la propaganda, la tele, El País, las universidades, las academias, la crítica especializada, los futbolistas, sus admiradores (digo del futbolerío), los que mandan y esa chusma arremolinada en torno al juego negro del voteo en urnas, cada cuatro años, para elegir y aleccionar dictadores titulados y selectos, impuestos por la partida única de dos, esa servidumbre voluntaria que dice amén a todo eso. Y calla y lee lo que le atizan, con un mero amén. Y adoran sus estampitas del fallecido en Colliure, o en Villatripas de Abaxo, matao a pedradas en Graná o a mordiscos en la cárcel, que cualquier cosilla de esas da postín y obliga al reconocimiento. Lo demás, los valores literarios, son una coartada. Que se les lea y valore por ello, un accidente menor.

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.