17 de agosto de 2007

EL ARTE Y LA PARTE

El arte. Eso que no entienden los tontos ni los ricos, los poderosos, los necios, los ansiosos, los lerdos, los calculadores, los inversores, los cretinos, los cronistas, los historiadores, los políticos, los profesores, los congresistas, los enterados, los sabihondos, los trompetillas, los trepas, los trepanadotes, los chusqueros, los arribistas , los ornamentales, los turistas, los congresistas, los malsanos, los mercaderes, los mercachifles, los críticos, los contadores de cuentos, los cuchipandas, los padres de familia, los horteras, los macanudos, los progres, los condecorados, los famosos, los de la tele, los de la otra tele, los de la publicidad, los de los anuncios, los serviles, los reptores, los cacofónicos…

El arte, sí, eso que es el arte. Lo que cuesta, lo que vale, lo que es, lo que parece…

Está de moda (ya la expresión es abyecta) el arte entre la mediocridad. Ese arte de revista en papel couché y fotofija trucada, de gasas en la casa, el salón, y las acuarelas de colorines intranscendentes y ascendentes, pa las pelas. Y uno ha de tolerar a los cretinos y endebles mentales, aunque bestiales de costumbres y formas, con mala ralea y peor baba, que no es otra que la estupidez de esa moda, cualquier moda, y el cálculo raquítico de sus cerebros en lo tocante al mercadeo de le ese arte, y su uso en el arbitraje de la trepa social, e incluso política. Que el arte les importa un pito. Lo que quieren es dinero, euros a barullo, pelas a gogó, que todavía hay gente con la peseta en la cabeza como caja registradora…

Ya expuse que tres amigos míos, pintores y de los buenos, exponían en El Mirador de Llerena durante todo este verano. Por lo menos hasta septiembre, incluso. Eso era lo acordado, lo debido y lo cabal. Acordado con la directiva de tan conspicuo lugar doñamarianado, que con ese adjetivo lo digo todo para quienes sepan leer la sinonimia del dominio.

Pues no, que en esta tierra nunca eso existe si ha de estar bajo dominio del cacicaje y del mando de los políticos garraferos, sus manijeros, artes y partes, o del cotarro que los alberga. Me refiero a que nada ha sido ni acordado, ni debido, ni cabal.

Siempre he sostenido que la administración política no ha de meter mano en la cultura ni en la creación de cualquiera de las artes. Es condición indispensable para que no las elimine, las maneje, las pervierta, las use, las extermine, porque extermina la libertad del artista, que deviene un trompetilla, un barbián servil, un pazguato soplapoyas , un bufón atareado en dorar píldoras y pintar, o contar, poetizar y narrar pantomimas. Y si el poder político, expresado en administración, interviene, nunca sea para beneficio de nadie concreto, prebenda de amigos, sicarios, correligionarios, milites, militantes, amigos o compinches, o la hija del amigote, cuando no la propia suegra, que es pintora o doradora , o hace ganchillo artístico, o es poeta, escultora, música... Así que las dependencias llamadas de cultura han de desaparecer ya, porque son cubículos oscuros de apoyo a gentecilla mediocre, malísimos artistas y otras hierbas, que necesitan ese arrimo para trincar dineros, nada más que eso, que el arte les trae al pairo. Estimo que esas dependencias llamadas de cultura sólo han de cuidar el patrimonio artístico heredado, con pasión, servir a todos con instituciones eficaces, como bibliotecas y similares. Y punto. Porque los montajes publicitarios y mediáticos vergonzosos y veraniegos, el apoyo a hermanas poetisas segedanas (por ejemplo) con todos los medios, máxime cuando son muy malas a ojos vista, cuando no la apoteosis de gañanes que van de artistas, es algo delictivo, por no mencionar el uso de la administración para la edición, publicación, publicidad, presentación y bombo y platillo de amigotes de partía o colega de partido, que no tienen otro mérito que ese, siendo las obras de dudosa factura y mediocres calidades, por decir algo.

Pero vengo con esta entrada a otra cosilla. Que ya he de desgranar la crítica al intervencionismo fiero, tertimator, y frenético de los políticos en la cultura para controlar y eliminar a los creadores auténticos, y dar pábulos a los mediocres, cuando no muy malos, para ejecutar una especie de inquisición contra los críticos, los creadores reales, los que arriesgan, los que crean desde la libertad… Y a lo que vengo es a que desde unos días primeros de agosto aparecieron, en el vestíbulo del Mirador de Llerena , unos caballetes llenos de lienzos con pinturas de dudosa catadura, que entorpecían, aventuraban y entrometían el lugar donde estaba la exposición de Fernando Ruiz Millán, Zenón Labrador y Durán Menacho. Lo que era mosqueante. Me encuentro a Fernando que me cuenta que desde inicios de esta mes de agosto ha habido dos intentos de cortar la exposición y poner el espacio del Mirador para otras personas… Que se huelen e imaginan que al joreo de las fiestas y el verano agosteño en Llerena, la gente va a comprar pintura, y que se vuelven como locuelos al arrimo de la venta imaginaria y negocio en ciernes… En fin que me explicaba que ellos, mis tres amigos, iban a retirar sus pinturas del conspicuo lugar en la mañana del dieciséis de agosto, dando por roto todo compromiso con la directiva del lugar, y que pedirían explicaciones…

En efecto, así lo han hecho, obligados por la dignidad, el buen gusto, la decencia y la integridad de artistas consecuentes.

Que cada palo aguante su vela, en esta crítica un tanto moderada por la ironía y el distanciamiento, y séase coherente en los compromisos con las personas, con los artistas. Un espacio como el Mirador de Llerena está ahora a la altura del betún por méritos propios, por acciones concretas, por incumplimiento de compromisos, por la mano torticera… Que tan vez no haya habido mala voluntad… Pues que se explique. Un espacio para exposiciones se gana su propio mérito día a día, con su andar. Y aquí se cojea malamente, se dan zancalladas de beodo o monigote. Por muy oficial que sea el sitio, o precisamente por eso, por su oficialidad al servicio de los intereses antiartísticos del mando en plaza en esta Extremadura. Un botoncito de muestra de la servidumbre voluntaria.

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