26 de julio de 2007

CERRAMICLE BONITO

Hacía como muchos años que no vivía esta experiencia, sé que extraña al común de los mortales, con las aves. Primero ha sido un mochuelo, o tal vez un búho, que he visto posarse sobre un poste alto. Me he parado, lo he observado un rato, y ha levantado el vuelo, dirigiéndose a la derecha de donde me encontraba, hacia occidente justamente. Luego ha parado su vuelo, ha dudado y, volteando en el aire, se ha dirigido en sentido contrario. Lo que ha hecho que casi me maree, dando vueltas al cuello, ya que se situó encima de mí. Luego, en dirección este, se ha perdido entre unos altos y boscosos árboles que creí adivinar eucaliptos enormes. He proseguido mi paseo, cavilando sobre el vuelo de las aves y su significado, tratando de recordar algún clásico latino, y qué podría significar, para mi vida, aquel vuelo de la rapaz nocturna...

Todo esto me pasaba en mi paseo nocturno y solitario por Llerena. Hace tiempo, muchos años también, escribí que Llerena era ciudad pajarera y con historia. La abundancia de aves nocturnas y diurnas, es grande en ella. Debe ser por los inmensos solares que hay, creo. Sobre todo para que abunden colonias de aves como las lechuzas, búhos, mochuelos, cernícalos diversos y otras aves rapaces menores. Es, en ese sentido, un lugar privilegiado para el estudioso. Lo sé. En verano, y en los atardeceres sobrevuelan el cielo cientos de pájaros diversos que, vistos, como tengo el privilegio de verlos, desde una atalaya, es espectáculo grandioso y vivificante de la naturaleza pujante. En ese sentido digo lo de pajarera. No comprendo el abandono y pasividad de las autoridades políticas en esto, cuando en otros lares más pobres en esta abundancia, han montado todo un tinglado turístico y espectacular, observatorios, etc.

Pero vengo, con esos preámbulos, a traer la noticia de esa experiencia que no vivía hacía tiempo. De pequeño me crié en la plazuela Santana, que por sí configura un pequeño barrio. En ella están las enormes ruinas del convento de santa Ana. un solar ostentoso donde se crían no pocas de esas aves. Viví, jugué y estuve en contacto con esos pájaros. Las pequeñas rapaces, y especialmente los cernícalos, o como los llamamos en Llerena, con vocablo propio (en franca regresión por la incultura dominante): cerramicles. Raro era el verano que no criaba un cerramicle que, por una causa o por otra, caía al suelo siendo polluelo, o me lo traía algún compañero de mi padre, que lo cogía del nido en alguna obra, o blanqueo de fachada, etc. Durante ese verano el cerramicle era cuidado escrupulosamente por mí, que lo mantenía con langostos, que así llamamos a los saltamontes en Llerena, con restos de carne, que me daban en el mercado, etc. Y cuando el animal estaba crecido, para octubre, solía un buen día elevar el vuelo y marcharse, en su migración. Año hubo en que el cernícalo, o cerramicle, se quedó todo el invierno, en la casa, entre nosotros, y al verano siguiente se iba, supongo que a buscarse la vida, para luego migrar en octubre. Incluso hubo uno que se fue y al año siguiente volvió, y se posaba en una escalera grande de mano, que estaba en el corral, en todo lo alto, y mi hermano y yo le echábamos carne en tiras, que el bicho cogía cuando nos entrábamos en la casa… Fue una de las vivencias más emocionantes que he tenido nunca con un animal salvaje.

Y, bueno, hace unos años recogí un cernícalo muy grande, que entregué a unas gentes de Almendralejo que se dedican a proteger y cuidar rapaces.

Pero esta noche, casi al término de mi paseo, me he encontrado un cerramicle, al borde de la carretera, cerca de una rotonda, como dormido, atontado… Me he emocionado, he ido rápido a mi casa y he cogido una bolsa de plástico, con ella he echado mano al animalito, que no ha puesto mucha dificultad. Enseguida vi que era un polluelo, por los plumones que todavía tenía en la cabeza, y la trasera de la misma con calvas, como si aún no le hubiesen crecido las plumas. Estaba débil, muy débil. He cogido una caja grande de las que he usado en la mudanza, y lo he puesto en ella. Pero antes he cortado tiras de carne, muy finas y largas, y le he colgado una en el pico en gancho, ya que no quería tragarla. Otras se las he puesto cerca. He cerrado la caja, dejando suficiente apertura para que respire bien, y lo he dejado sobre una mesa del patio. Que duerma. Y mañana veré si vive, porque me ha parecido muy débil, o que la noche lo atonta y aduerme, pollo como es y acostumbrado al bienestar del nido. Por la estructura y tamaño parecía hembra.

Mañana será otro día y me acuesto pensando en lo que es el destino, y que poco cambia en este barrio donde pasé mi infancia y adolescencia. Y al que he vuelto.

Les mantendré informados de la vida y peripecias del cerramicle, por supuesto. Mi animal de compañía para este verano. Creo que lo criaré, le daré de comer su carne y demás. Y cuando llegue octubre procuraré que levante el vuelo y se largue, si no lo hace antes, aunque como muchos cerramicles, vuelvan a mi casa, y a mi patio, sólo para comer. Que la relación con las aves es así por esta tierra. Y tal vez tenga cerramicle en invierno.

Ya les pondré, asimismo, una buena foto del animal.

Miro un enorme cartel de Los santos inocentes, que justamente desplegué hace unos días, y pienso, una vez más, que Mario Camus tuvo el mayor acierto en retratar al personaje principal, Azarías (¿de azar?), por su vinculación con los pájaros. Cada extremeño tiene su milana bonita. Es la característica crucial de la que no se habla. Bueno no hablan esos intelectuales orgánicos y mediocres afectos al régimen de mando y poder. O sea, los castrados maestrillos de medio pelo que tratan de decir todo en la cultura por Extremadura, desde las pagadas poltronas del poder, siempre falso, siempre lerdo. Esos reptiles, tan contrarios al vuelo, a las nobles aves.

Y me doy cuenta que escribo como noble patricio derrotado, que ha tomado como señal, símbolo y marca la del cerramicle, este vocablo tan genuinamente llerenense, tan mio. Vean que en el sabio Internet no lo encontrarán en ningún sitio. Vean.

Por mis averiguaciones léxicas, cerramicle es vocablo de posible origen prerromano o del bereber arabizado. Si el ilustrado Saracho, u otro eminente sabiondo, no dice nada en contra, esto es, con permiso de la autoridad, esto es del poder y el orden impuestos.

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