24 de mayo de 2007

VIAJE EN TREN, SIGLO XIX

Viaje a Sevilla para ver al médico. Como no uso vehículo privado automóvil lo hago en tren. En un largo viaje de tres horas y media. Eso sí, por uno de los parajes más hermosos que la primavera puede dar en Europa por estas fechas: el corte transversal que la línea férrea hace en Sierra Morena, desde Llerena a Sevilla.

Salvo eso, que es lenitivo consuelo, lo demás es doscorazonador. Hay elecciones regionales y locales. Algunos carteles en el coche del tren me lo recuerdan. Sorprenderá si digo que la velocidad del tren es casi la misma que tenía cuando se inauguró, allá por el siglo XIX…

Hablan del progreso, de que hacen más, de lo que les da la gana de la mentira y la publicidad electoral, que es engañosa siempre y sin control. Pero este tren está abandonado. Las banderías autonómicas, ya que la línea se extiende por dos autonomías, la desidia, la imposición del auto como fascismo tecnológico. Todo hace declinar a los políticos para modernizar esta línea… Lo que no es costoso ni difícil. Un kilómetro de vía férrea cuesta diez veces menos que un kilómetro de carretera normal…

Llevo oyendo, desde hace como veinte años, que si la Unión Europea lo va a arreglar, que si con la Expo, que si la Junta de acá y allá. Cuentos chinos. Somos pocos los que estamos por la ecología, el progreso real, contra la mercadocracia del auto, por los transportes públicos seguros, baratos, colectivos…

El automóvil se ha convertido en una costumbre terrible y despótica. Sé que al decir esto me posiciono contra mucho baboso que lo pretende nada menos que necesario. Sobre todo para los fabricantes y mantenedores, me digo. Soy de la secreta cofradía que está contra los automóviles y su fascismo tecnológico retrógrado. Su gasto ingente e imparable. Desde la construcción de carreteras, autovías y autopistas costosísimas, a cargo del erario público, hasta la ingente caterva de lisiados como consecuencia de accidentes de automóviles, cuando realizaban un viaje que era innecesario, y que pusieron en peligro otras vidas. Y no respeto a esos lisiados por su gusto. Al igual que no respeto al que se rompe el cráneo en una moto de lujo, que aprovecha las carreteras y vías públicas para su placer y también sus peligros y riesgos, sobre todo para los demás. Eso sin contar con el espacio que ocupan en las calles y ciudades, más de tres metros cuadrados por auto de espacio público que no pagan, ocupan y usan, más el que utilizan para maniobrar, siempre a costa de los peatones, que son los marginados y agredidos…

Y todo eso es lo que impide el arreglo de la línea férrea entre Llerena y Sevilla, o si lo prefieren, el corredor ferroviario entre Mérida y Sevilla, por hablar de capitales autonómicas, como referencia.

Porque a veces los políticos garraferos, llamados de izquierda, hablan del fascismo, del autoritarismo… Pero lo hacen con conceptos pasados, antiguos, carcas… El fascismo siempre vence en la vida cotidiana, mientras haya Capital y Mercado, y se use la competitividad para desarrollarse entre los humanos, entre otras lacras derivadas de los mismos. Por ello eso del fascismo técnico ni lo huelen. Y el automóvil es la punta de lanza de ese fascio demoledor de la vida y del progreso de los seres humanos. No tanto por la contaminación que genera e impone, sino por el concepto de vida que atiza.

Un viaje en tren desde Llerena hasta Sevilla no duraría más de hora y media, o menos, a una media de 90 kilómetros la hora, si la línea se arreglara convenientemente. Incluso se ahorraría combustible. ¿Por qué no se hace? Fundamentalmente por la ineptitud de los políticos que mandan. Y en lo referente a rentabilidad, sólo hace falta dar un nuevo enfoque a servicios de transporte público, que pasan por la promoción de la zona de Llerena, servicio de un bus comarcal que traiga a la gente al tren desde las poblaciones de la misma, de acorde con la hora de salida, venida…, etc.

Pero de nada sirve predicar en el desierto, hablar y exponer a gente que está al servicio del auto como dominio técnico, imposición de uso, atrapada en esa monomanía.

Por eso mi viaje a Sevilla duró todo el día. Atrapado, además, por los síntomas desagradables de esa alergia que tiene tanto que ver con la contaminación, los cambios climáticos bruscos… Y al estado fatal de mi llegada a Sevilla aconteció el buen estado de la tarde, cuando una lluvia granizada limpió todo durante casi dos horas, los aires sevillanos. De manera que casi pierdo el tren de vuelta a Llerena. Otras tres horas largas de viaje.

Y no creo que escribir sobre la fatalidad de la torpeza de los gobernantes, en lo referente a los transportes públicos, arregle nada. Ya que ellos desde la prepotencia dominante hacen lo que les da la gana, al servicio siempre de los poderosos Capital y Mercado. Y que los fabricantes de autos tienen mucha fuerza para comprar votos y lo que se tercie. Y que por acá seguimos en el siglo XIX, en lo referente a transportes públicos, es incontestable, señores candidatos.

Tal vez el tren sea de lo poco realmente progresista en la aplicación de la técnica a la mejora de la vida.

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