6 de octubre de 2006

LECTURA

Estos días ando encenagado de libros. Tal vez la expresión encenagar sorprenda. Con los libros se pueden tener muchas relaciones y son susceptibles de vario uso. Ahora ando trasladándolos y colocándolos, ordenando y ese ominoso trabajo que tiene la materialidad de los mismos. Siempre me ha sorprendido, de forma escandalosa, toda campaña de lectura, de animación a la lectura y todo eso que desde hace un tiempo acá nos aqueja. Para mí animar a la lectura es como si animaran a respirar o a latir el corazón, a disfrutar del aire templado del otoño... Es más, creo que esas campañas no sirven para nada bueno, y menos para animar a leer. Cuando hay que animar a eso es que está bien muerto. Sobre todo por la forma como se hacen esas campañas. A mí no me ha animado nadie a leer, y de hacerlo lo hubiese considerado estúpido, y si hubiese sido pertinaz, sospechoso, y por ello nunca hubiese leído, o al menos con sospecha. Y lo he contrastado con mucha gente lectora, que vivió y pensó lo mismo. Precisamente los lectores lo somos porque siempre encontramos dificultades para poder leer, sobre todo cuando éramos niños o jóvenes, que es cuando más se lee. Es mi caso. Cuando devoraba libros fue entre los diez años y los dieciocho. Luego la cantidad bajó para subir intensidad... Y vale, que no es agradable verse estudiado como si de una fábrica de lectura fuese. Es la deformación de la contemporaneidad, que se le pega a uno. O la contaminación de la pobre jerga de los opinantes blogueros y periodísticos perlados de política barata como cerveza pobre.
Al poder no le interesa que la gente lea. Y menos que se espabile. Tal vez por ello quiere un control sobre eso. Monopolizarlo total. Como pretende de la respiración, la vivienda o la propia vida. Y cuando digo poder me refiero al Capital, al Estado y todos sus servidores. Por ello es muy sospechoso su empeño actual. Más bien lo mueve el servicio debido a la industria editorial, o a que los políticos vean cumplido aquello de los índices altos de lectura, como quieren ver los bancos el de beneficios y el Capital la rentabilidad. Y como controlan lo que se publica, pues eso, a leer bodrios en esos talleres de lectura al respecto. Pero no lectura salvaje y libre, sino lectura dirigida y domesticada, que no es lectura, es una forma supina de asilvestramiento para un orden determinado de servicio a unos amos cuyas caras no aparecen.
Si recuerdo bien siempre me han parecido, los directores, coordinadores y demás mandamases en los programas de lectura, una mezcla de maestrillos franquistas y curas en misión de prédica moralina, o comisarios políticos de vía estrecha y postestalinista. Unos comecocos y comecacas. Desde luego ganan sus dineros, pues no se andan con restricciones los que promueven la lectura guiada, que es como no leer.
Pienso que no hay mejor o peor programa de animación a la lectura. El mejor es el que no existe. Uno se anima a leer si le apetece, si es un acto libre y voluntario. A estas alturas de la cosa nadie podrá decirme que los libros no están al alcance de casi cualquiera. Incluso los he visto tirado en los contenedores de basura. Para quien los quiere siempre están muy cerca. Lejos, lo que se dice lejos estaban en la Extremadura de los sesenta y setenta, en un pueblo de por acá. Y pese a todo uno descubrió una espléndida biblioteca municipal, que más bien parecía almacén de papeles trastocados, en la que convivían legajos y documentos -que luego uno se enteró que eran históricos- en el más absoluto olvido de los más, pese a su lugar destacado. Y uno fue gustando de visitar aquellos libros, entre los que encontró joyas sorprendentes, tal vez aquella Historia del Anarquismo, que hablaba de Durruti, del año1952, pese a la censura, o las Obras Completas de Freud, en edición entre los años veinte y treinta, o la obra de Lope de Vega en edición lujosa, o aquel Persiles del XIX, los premios Adonais de poesía, los Planeta, los de Destino, sean los que ahora destaco como joyas... A tanto llegó mi conocimiento de aquellos libros, por su lectura y familiaridad, que el encargado de la misma -que era don Antolín, un maestro de grato recuerdo- consultaba conmigo su fondo, si alguien le solicitaba un título que pudiera estar en ella, ese alguien siempre lo hacía como consulta para algún trabajo escolar o similar, o sea para una rentabilidad inmediata y práctica. Ya que la biblioteca no tenía el archivo al día. Su archivo era mi memoria. Y lo sigue siendo.
Animación a la lectura... No todos somos iguales, aunque los políticos, y sus sucedáneos, se empeñen en ponernos en el rasero de su cretinismo y servicio a sus amos. Y siempre ha habido sensibilidades diferenciadas e inteligencias diversas, menos y más, y deseos de libertad frente a borreguismo programado. Y gentes que no necesitamos que nos inviten a ejercer la libertad, porque eso no es libertad ni se lo parece. Siempre me pareció una solemne grosería y una soberana estupidez aquello de que un libro ayuda a triunfar. Uno, que leía libros y los usaba, se sentía una piltrafa, porque el triunfo le sonaba a general, a mando y todo eso. Como ahora.

5 de octubre de 2006

CUATRO SONETOS NOCIONALES


DERECHOS HISTÓRICOS

La historia se repite como un hipo,
un sino garrafal de la memoria,
un flato percutor y de disforia
o regüeldo oficial de teletipo.

Un oficial regüeldo el fenotipo
si la historia sumamos a la gloria,
un latido brutal, jaculatoria
si añadimos eructo al genotipo.

No es gañán quien ostenta jerarquía,
ni melindres se tiene, ni quimeras.
Y planta su mentira día a día.

Ordena el mandamás, y en sus maneras
maneja, con la historia, bartardía
para fraguar su plan, su felonía.


NACIONALES (DE CUALQUIER NACIÓN)

Tras los derechos vienen las derechas,
tras la historia mentida la mentira,
tras esa el interés que tira y tira.
Tras un pasado tal están las trechas.

Mantiene las verdades tan estrechas
histórico derecho en tararira.
Agota la razón, que ni respira,
por barbianes que esperan las cosechas.

Basan su propiedad en el pasado,
el pasado basando su derecho,
la historia el instrumento del despecho.

Anhelan la nación los nacionales,
por ello su noción es de provecho:
herencia nacional de carcamales.


DECLARACIÓN APÁTRIDA INOCENTE

no más patrias fronteras o tinglados
no más himnos o banderas de las bandas
que no formen ya más tandas y tandas
en naciones estúpidos cercados

nuestra patria son los mundos no marcados
por límites confines de mirandas
puestos por los jerarcas los barandas
desde siempre en la historia colocados

una tan negra infamia de esa historia
que en cercados divide a los humanos
tan negros intereses son su escoria

ya es hora que de los tiempos arcanos
se borre la frontera en la memoria
y se agarren los hombres de las manos



MI REPÚBLICA

te quiero con tu mano en mi cintura
tumbado tú desnuda como el aire
tú desnuda frutal ahí al socaire
refugio mesurado a mi ventura

te quiero móvil como el viento a la aventura
el centro y suburbial de tu donaire
me llenan de ciudad a tu desgaire
recorro tu avenida arquitectura

eres la calle extensa sin motores
sin autos fieros fieles al ruido
eres mi mar calmado sin pavores

eres mi primavera en colorido
mi república piel en tricolores
mi libertad mi ser y mi sentido

2 de octubre de 2006

MUDANZA

Estoy de mudanza. Me cambio de mi piso en calle Corredera, en el centro de la población, a una casa en la calle Torviscal, más marginal, y en lo que, dicen, fue barrio judío o de la judería de Llerena. En esta calle, en este barrio, pasé la mayor parte de mi infancia y adolescencia primera. Aunque nací en la calle de la Cruz, número siete, y viví en la plazuela Santana –en el mismo barrio que Torviscal- y después de Torviscal en la calle El Cristo, o Simona, también aledaña a la Judería; pero ya volcada al centro. En otra casa, claro es. Estoy muy contento con el cambio, pese a que no me gustan nada las mudanzas de muebles, libros, enseres… Y todo esto ha sido un poco a contrapelo, no proyectado con demasiado tiempo. Ya vivo y duermo en Torviscal hace casi un mes; pero no tengo todas mis cosas aquí. Cuando digo mis cosas me refiero más a libros que a otras. Y he reflexionado mucho sobre esto de tanto libro como acumula uno, y lo malo que son libros leídos, manoseados, vividos, revisitados, no libros de ornato estanteril. He reflexionado con diversa intención. Desde la intención expurgatoria, tipo biblioteca quijotesca, hasta la clasificadora, pasando por la comercial. Montones de cajas llenas de decenas de libros. Estanterías repletas que se vacían y vuelven a llenarse en otro sitio. Lo penoso y duro de ese trabajo. Y lo digo porque no tengo mi biblioteca ordenada al uso. Ese orden lo he confiado siempre a mi memoria. Y mi memoria falla. Me abruma tanto libro ahora, en estas circunstancias objetivas de su peso, traslado, orden… Pero me tomo mi tiempo y pienso que, para antes de fin de año, tendré todo ello bien ordenado y recolocado. Aprovecharé para hacer un catálogo de este almacén – Luis Pamo dixit-. Algo debería ganar en la mudanza.
Cuando nombro la palabra mudanza siempre viene a mí, en estos tiempos, aquello de Gracián, en tiempos de cambio, no hacer mudanza, y me aterrorizo a veces o, a lo menos, me preocupo, ya que todo tiempo, mi tiempo, es de cambio.
En fin, deseo que esta mudanza sea para bien. Desde luego gano en espacios, en tranquilidad y en otras cosas, más relativas a mis libros.
Por supuesto que tengo paralizada mi actividad creativa, que se limita a tomar notas cuando puedo, de lo que puedo. Y tengo algo abandonado este sitio. No se puede estar en misa y repicando, que dice el refrán castizo. Sobre todo por la tardanza y la torpeza de Telefónica en cambiarme de domicilio el teléfono, y todo eso de Internet.