8 de julio de 2006

DOMINGO VILAPLANA, NOVELISTA

Leí de un fuerte tirón la novela de Domingo Vilaplana, Serena calamidad, casi recién salida del horno. Y he vuelto a ella, como me prometí si la salud y el buen gusto lo permitían. Y la tenía yo como oro en paño para ese menester de visitarla otra vez con más sosiego, retardo y retranca. Y ya verán que casi estoy imitando el pastoso estilo reflexivo (lo de pastoso lo digo en afirmativo no en cansino) y meditativo de la misma, con ese saboreo y paladeo de las palabras, con la lentitud del personaje Célere, entraña y condumio mismo de lo narrado. Le publicó, la novela a Domingo, la Editora Regional, y salvo un acto oficial en Badajoz y otro menos oficial en Llerena (su localidad natal y de crianza), la crítica nada dijo, que se sepa. En el diario HOY se mencionaba el descubrimiento de un escritor talludo ya, o que se daba a conocer con mayor edad; pero de indudable valía. Lo que uno no sabe cómo juzgar, porque, que sepamos, los escritores no tienen porque publicar jóvenes y luego más... En fin, que el titular del diario revelaba la visión pacata que se tiene de todo esto de la creación, y del escritor como un afanado más en la cadena/condena de producción desde la juventud hasta la vejez y retiro... La releo con gozo, en estos días, y también para un trabajo sobre la misma, que preparo, basado en mis notas de primera lectura, más las que hago para el trabajo, que va encarrilado muy bien. Trato de mostrar que la novela de Domingo es una buena novela. Muy alejada de modas y modos comerciales y oportunistas de engaño seudocultural, tal al lamentable uso de nuestros días. La gozada de su lectura, adelanto ya, reside en el uso de la lengua como materia narrativa, o materia que contiene lo relatado. No tanto interesa lo que cuenta sino la forma de contarlo. A mi entender es magistral, como mostraré sobradamente. Creo que el silencio sobre un autor de tal talla es un canallada. Cometió un acierto la editora oficial de la Junta publicando la novela. Pero no se pasó de ahí, y si nadie habla de ella, (no hacer publicidad, que es otra cosa), pues nada de nada,. Y es algo maravilloso que no se debe perder todo lector con la suficiente esperanza como para el disfrute. Porque a pesar de todo sí se escriben buenas novelas en Extremadura, y hay muy buenos novelistas, que no son todos los que están. Y ya estoy con la comparativa, sí, porque es inaguantable toda esa patulea arrimada al poder que sólo lo usa para figurar, darse postín y figurón, y luego intentan vender aire o soflama histórico-literaria, cuando no un producto de usar y tirar, aunque más bien de tirar. La novela de Domingo es de guardar, como veredes, y lo propio hice releyéndola.
Y toda la razón del trabajo crítico sobre ese texto se basa en algo aparentemente chusco: la morcilla. Cuando en un pasaje Domingo distingue entre morcilla lustre y negra. Sabido es que la negra se conoce más como morcilla de carne, y es más negra que la lustre. Inmediatamente vino a mi magín ese poema del maestro Ángel González,
"GLOSAS A HERÁCLITO
... ... ... ... ...
4
(Interpretación del pesimista)
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten."
Y esas disquisiciones morcilleras me llevaron a entrar en valoraciones narrativas de la prosa de Domingo en su genial novela Serena Calamidad.

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